Pocos países hay en el mundo en los que, de una forma u otra, no se ejerza la prostitución. India, en ese sentido, no es una excepción. Hay medios que afirman que un total de 20 millones de mujeres ejercen la prostitución en la India. Esos mismos medios sostienen que el 80% de esas mujeres son víctimas de la trata.
En la India, como en la mayoría de países del mundo, podemos encontrar muchos tipos de prostitutas, desde prostitutas de lujo que ejercen su profesión de manera independiente en pisos de su propiedad o en lujosos y exclusivos prostíbulos, hasta mujeres que se ven obligadas a ejercer la prostitución en lugares que, en demasiadas ocasiones, se asemejan más a una jaula que a una habitación.
La fotoperiodista estadounidense Mary Ellen Mark dedicó durante los años 70 una parte importante de su trabajo a retratar las condiciones de vida y el ambiente en el que se movían gran parte de las mujeres que ejercían en aquel entonces la prostitución en la India y, con sus fotografías, dejó constancia del ambiente mísero en el que muchas mujeres debían prestar servicios eróticos en determinados barrios de ciudades como Delhi, Agra, Calcuta o Bombay. Mary Ellen Mark hablaba de viejos edificios de madera de tres o cuatro plantas, de estructuras tipo jaula, de jóvenes prostitutas que en aquel tiempo apenas sobrepasaban los doce años de edad, de trabajadoras sexuales que ejercían su profesión en burdeles y de otras que lo hacían en la calle y que, pese a dormir en ella, con los mendigos, alquilaban habitaciones a las madames para llevar allí a sus clientes. El testimonio de esta fotoperiodista sirvió para dar a conocer en todo el mundo los ambientes en los que se desarrollaba parte de la prostitución en la India de aquellos años.
Esos ambientes, en gran medida, permanecen prácticamente inalterados hoy en día. En recientes redadas policiales relacionadas con desapariciones de mujeres, la policía india descubrió cómo algunos burdeles llegaban a poseer zulos o celdas denominadas “tehkhanas” en los que las mujeres que eran obligadas a practicar la prostitución eran encerradas o en las que se escondían a menores cuando existía riesgo de que fueran descubiertas. Laberintos de pasillos, cuartos sin ventanas… ése es el panorama descrito en las crónicas periodísticas que llegan a España sobre la prostitución en la India y que hablan de esas redadas y de sus consecuencias.
Entre los “barrios rojos” más conocidos de la India podemos encontrar Sonagachi (Calcuta), Kamathipura y Sonapur en Bombay, y Garstin Bastion Road en Nueva Delhi. De todos estos barrios han llegado a los medios españolas historias estremecedoras. Se ha hablado de cómo en Kamathipura se ha obligados a las trabajadoras sexuales a vender a sus bebés. Se ha hablado de cómo muchas prostitutas de las grandes ciudades de la India viven en condiciones precarias, aisladas del resto de la sociedad, en régimen de esclavitud y de cómo, en su inmensa mayoría, fallecen prematuramente. Y se ha hablado, finalmente, de cómo las mafias de trata han llevado a muchas menores desde Nepal a la India a ejercer la prostitución, sobre todo desde que en abril de 2015, un terremoto asolara el país y lo dejara sumido en la miseria más extrema.
Y es que hablar de prostitución en la India implica, en buena medida, hablar de prostitución infantil. Ésta es una de las grandes lacras asociadas históricamente al ejercicio de la prostitución en la India y ello es debido, en buena medida, a condicionamientos de carácter cultural o religioso. De hecho, en India podemos encontrar aún hoy, pese a su carácter ilegal, miles de “devadasis” o “prostitutas sagradas”, preadolescentes que, por decisión familiar, han sido consagradad a servir a la diosa Yellamma. Cuando una “devadasi” cumple los 13 años, se celebra una ceremonia religiosa mediante la cual se simboliza el casamiento de la niña con la divinidad. A partir de dicha ceremonia, la “devadasi” no puede casarse con ningún mortal y, además, debe dedicarse a satisfacer los deseos sexuales de aquellos hombres que acuda a ella reclamando sus servicios.
Esta práctica, que se remonta al siglo IX, se sustenta fundamentalmente sobre una creencia: la de entender que el sexo con la “devadasi” purifica al hombre que lo practica. El Gobierno indio prohibió este tipo de prostitución en 1988, pero eso no ha impedido que, en el sur del país, se siga practicando. Que ya no se haga en los templos no quiere decir que no se siga practicando en otros lugares, más o menos a escondidas. Los proxenetas y las redes de trata, por otro lado, tienen por costumbre comprar “devadasis” para, con ellas, llenar sus burdeles.
Junto a este tipo de prostitución, tal y como hemos señalado antes y tal y como sucede en todas partes del mundo, existe una prostitución más elitista y menos desfavorecida socialmente que es la prostitución ejercida por las escorts o prostitutas de lujo que, de manera libre, deciden ejercer su oficio. Aunque en este caso, no es probable contactar con ellas a través de internet como puede pasar en occidente, por ejemplos las Escorts Madrid o Escorts Barcelona en nuestro país. En este sentido son mucho más discretas y no se suele hacer tan «publico» su dedicación. Tan sólo hay que hacer una búsqueda y comprobar que no hay webs dedicadas a ello.