Con notable ligereza y de manera más habitual de lo que fuera deseable se suelen asociar los términos de Yoga y meditación convirtiéndolos en términos casi sinónimos. No hace falta decir que Yoga y meditación no son los mismo, aunque la segunda sea una gran compañera del primero y pueda alcanzarse con mayor sencillez cuando se practica el Yoga.
Sobre lo que es o no es meditación se suele hablar también con notable ligereza. Si tuviéramos que definir la palabra meditación podríamos hacerlo hablando de ella como de una técnica o conjunto de técnicas orientadas a conseguir que nuestra mente y nuestro cuerpo tengan una comunicación fluida y completa. La liberación de la conciencia será, también, uno de los objetivos prioritarios de la meditación.
Meditar es estar en contacto con uno mismo, con la propia respiración y con la fuerza vital que recorre nuestro cuerpo para, a través de ella, despejar la mente y concentrar la energía para, así, sentirse renovado y con fuerzas para enfrentarse al día a día.
La meditación permite procesar mucho mejor sentimientos y pensamientos. Relajarse y despojarse del estrés es, también, uno de los objetivos que se persiguen con la meditación. Eso sólo basta para mejorar nuestras relaciones con las personas que nos rodean y para volvernos mejores personas.
El lugar de la meditación
Lo primero que hay que hacer para meditar es buscar un lugar tranquilo, silencioso y privado en el que sepamos que no vamos a ser molestados. Para muchas personas, ese lugar puede ser un lugar al aire libre. La orilla de la playa, la sombra de un árbol, un rincón en un jardín, una pequeña loma… cualquier sitio puede servir para meditar siempre que sea un lugar tranquilo y por el que no pase demasiada gente.
Para meditar es importante ponerse ropa cómoda, quitarse los zapatos y no tener intensas sensaciones de frío o de calor.
Una vez hecho todo esto hay que decidir qué margen de tiempo vamos a destinar a la meditación. Si te estás iniciando en la meditación, lo más habitual es dedicar a ésta cinco minutos. Las personas que ya tienen una relativa práctica meditando prefieren reservarse dos espacios diarios de veinte minutos cada uno. Para marcarse el tiempo lo mejor es contar con algún tipo de alarma que nos avise de la finalización del espacio de tiempo que nos hemos reservado. El uso de una alarma suave nos liberará de tener que mirar el reloj cada dos por tres, lo que no resulta demasiado relajante cuando lo que ser persigue es precisamente eso: relajación.
Para meditar hay que sentarse durante un tiempo adoptando una determinada postura. Para adoptar esta postura hay que realizar algún tipo de estiramientos que, una vez adoptada la postura en cuestión, reduzca la posibilidad de sentir algún tipo de tensión o presión que nos impida concentrarnos al realizar nuestra meditación.
Hechos los estiramientos, deberemos sentarnos en una postura cómoda. Lo más habitual, a la hora de meditar, es adoptar la postura del loto o del medio loto. Si tienes la flexibilidad suficiente para adoptar correctamente estas posturas, ambas son muy recomendables para meditar. Si no posees dicha flexibilidad, quizás la postura del loto te haga doblar la parte inferior de la espalda, lo que no es muy recomendable si se quiere meditar. Para que la meditación surja efecto hay que procurar que la columna vertebral mantenga la verticalidad. El equilibrio del torso es, en este sentido, fundamental.
Una vez perfectamente sentada y equilibrada, coloca tus manos de una manera relajada sobre las rodillas, a los lados de tu cuerpo, en tu regazo y con las palmas hacia arriba…
Colocada así, y si te estás iniciando en las técnicas de meditación, cierra los ojos. Cuando hayas adquirido la suficiente práctica podrás meditar con los ojos abiertos (eso sí, sin enfocarlos a nada en particular). En las fases de iniciación a la meditación, sin embargo, es importante bloquear estímulos visuales externos que nos alejen de nuestro propósito meditador.
La importancia de la respiración
Es difícil concebir una práctica de meditación sin tener en cuenta el control sobre la respiración. Inhalar y exhalar mientras concentramos nuestra mente en un punto determinado de nuestro organismo (algún punto por encima del ombligo puede servir) puede ser una buena manera de iniciarse en el control de nuestra respiración.
Para concentrarse en la respiración hay que recurrir a algún tipo de truco mental. Por ejemplo: pensar en una flor que se abre y se cierra tal y como inhalamos o exhalamos el aire o en una boya que, situada en mitad del océano, subiera y bajara al ritmo de nuestra respiración podrían ser dos buenas maneras de iniciar una técnica de meditación.
La repetición de un mantra puede ser una buena manera de aumentar la concentración que siempre se necesita para meditar. Al poder del mantra ya le dedicamos en su momento un artículo. Las vibraciones que el mantra crea en la mente pueden ser de mucha ayuda a la hora de meditar.
Aquellas personas a las que no les sirva el mantra como ayuda a la meditación pueden optar por el uso de un objeto visual simple que, colocado a la altura de los ojos, sirva para atraer la mirada. La concentración en dicho objeto, asociada al control de la respiración, será la puerta de entrada a ese tiempo de meditación que venimos persiguiendo.
Otras técnicas de meditación
Otras técnicas de meditación seguidas por muchas personas son las siguientes:
- La visualización. Esta técnica de meditación disfruta de muchas seguidoras. La visualización se fundamenta en la creación mental de un lugar tranquilo (una habitación con chimenea, una pequeña cala, una pradera llena de flores…) que vamos explorando con nuestra imaginación y en el que vamos captando aromas, colores, etc. Este espacio mentalmente creado puede servir para todas nuestras meditaciones o puede ser sustituido por otro en cada nueva meditación.
- Exploración corporal. Relajar cuerpo y mente al mismo tiempo es el objetivo principal de esta técnica de meditación. Para ponerla en práctica sólo hay que tumbarse boca arriba e ir repasando uno por uno y desde abajo hacia arriba todas las partes de nuestro cuerpo. Concentrándose sucesivamente en cada una de ellas las iremos relajando hasta que, finalmente, nos concentremos en el cuerpo como un todo para, así, disfrutar de la sensación de relajación y calma que hayamos logrado alcanzar.
- Meditación del chakra del corazón. Situado en el centro del pecho y relacionado con la paz, la compasión y la aceptación, el chakra del corazón es uno de los siete chakras o centros de energía que, tal y como vimos en el artículo dedicado a ellos, posee nuestro cuerpo. Para realizar esta técnica de meditación debemos frotar ambas manos hasta calentarlas. Una vez hecho esto, colocaremos la mano derecha en el centro del pecho, sobre el chakra corazón, y colocaremos la mano izquierda encima de ella. Hecho esto, inspira y expira profundamente y, cuando exhales, pronuncia el mantra “yum” mientras imaginas que tu pecho irradia energía de color verde brillante (el color de la vida, el amor y las emociones positivas) hacia la palma de tus manos. Ésta puede ser una buena manera de sentir y concentrarnos (renovándola) en nuestra energía interior.
Escogida tu técnica de meditación preferida, debes intentar meditar a la misma hora todos los días. Haciéndolo de ese modo conseguirás convertir la meditación en una rutina diaria, lo que permitirá obtener de ella sus principales beneficios. Las mejores horas para meditar son las primeras horas de la mañana; las peores, aquéllas en que se está realizando la digestión.