Los Yoga Sutra de Pantajali, a los que ya citamos en nuestro post «Etapas del Yoga», es uno de los tratados más importantes sobre Yoga de la historia. Este tratado contiene casi doscientas enseñanzas o ‘sutras’ y la mayor parte de las escuelas de Yoga lo reconocen como una fuente de referencia de primera magnitud.
Los Yoga Sutra de Pantajali, escritos en sánscrito en el siglo II, han quedado sistematizados y reunidos y nos muestran un camino con ocho fases o partes que van surgiendo, uno tras otro, mientras crece el Árbol del Yoga.
La fase inicial del crecimiento de ese árbol recibe el nombre de Yamas. Los Yamas son, por decirlo de algún modo, los cimientos sobre los que debe sostenerse nuestra integridad moral, una especie de códigos de ética universal. Sin esa integridad moral de la que hablamos, sin esas raíces, el Árbol del Yoga no puede crecer.
La raíz del Árbol del Yoga
Las raíces del Árbol del Yoga son los Yamas y para nutrirlas hay que cultivar cinco principios fundamentales. Esos cinco principios, bien cultivados, nos permitirán generar una corriente de armonía a nuestro alrededor. Cultivando esos cinco principios, traeremos paz a nuestra vida y la aportaremos, también, al mundo.
Hablar de los Yamas es hablar de los valores éticos del Yoga. Sobre su base edificaremos nuestro camino espiritual y colaboraremos en la creación de un mundo mejor.
Hablar de los cinco Yamas es hablar de cinco abstenciones, de cinco actos o actitudes que dejaremos de lado y no deberemos hacer. Absteniéndonos de la realización de dichos actos, nuestras virtudes como yogis aumentarán y el camino hacia la experiencia de la unión o Samadhi, que debe ser, a la postre, el objetivo de todo yopi, se hará más llano.
Esas cinco abstenciones tienen que ver con:
- La no violencia
- La verdad
- El no robar
- La moderación
- El no acumular
Analicemos ahora cada uno de estos cinco Yamas.
Ahimsa o la no violencia
Incorporar Ahimsa a nuestra forma de vida exige analizar y tomar conciencia de la raíz de la violencia y de nuestros impulsos, que pueden ser tanto destructivos como autodestructivos. Cuidar este Yama nos ayuda a despertar la virtud de la bondad y del amor hacia toda forma de vida.
El buen yogi es una persona que ve al otro como igual y que, como tal, se obliga a respetarlo y a cuidar de su vida. La conmiseración por el débil o por el que lo está pasando mal es fruto de Ahimsa, que fomenta también la reconciliación de los que ha discutido y el llevar la paz a los demás.
Cuando hablamos de Ahimsa hablamos no solo de no hacer daño a los demás. También hablamos de no dañarnos a nosotros mismos. Esto nos obliga, por ejemplo, a extremar al máximo los cuidados al hacer una asana. Tenemos que conocer nuestros límites para no lesionarnos al practicar Yoga. Para ello hay que concentrarse y buscar en todo momento el patrón óptimo de alineamiento corporal.
Satya o la veracidad
El Árbol del Yoga no puede crecer si no somos auténticos y nuestras palabras no muestran en todo momento lo que es nuestra verdad. Comunicarse verdaderamente con los demás y alejar de nosotros la tentación del hablar por hablar, sin sentido y sin pausa, es una buena manera de regar el Árbol del Yoga y de avanzar hacia esa unión con el infinito que todo yogi persigue.
Satya tiene una serie de matices. El principal, el utilizar palabras justas y compasivas para decir la verdad. Al hablar no hay que buscar nunca el sufrimiento de nuestros semejantes. Hay que hablar cuando se debe y controlar lo que se dice. En ocasiones, abusamos de la verborrea. La mejor manera de evitarlo es echar mano del silencio y de la palabra cierta.
Asteya o la abstención de robar
Nadie está libre de desear lo que no es suyo. Hay personas que resisten a ese deseo y personas que, no pudiendo ponerle barreras. se ven empujadas a robar. Asteya es un Yama que nos ayuda a incrementar nuestra capacidad de resistir al deseo de lo que no nos pertenece.
Mantenerse alejado de las tentaciones es una de las grandes virtudes del yogi. Para alcanzar la unión con el infinito hay que alejar de uno todo sentimiento de codicia. El deseo de lo que los demás poseen enturbia nuestra serenidad y nos lleva a cometer acciones que solo pueden catalogarse de negativas.
En el fondo, desear lo que los demás poseen solo es una muestra de nuestra insatisfacciones y de las carencias internas que podamos poseer. Profundizar en el Yama Asteya nos convertirá en personas auténticamente dignas de confianza.
Brahmacharya o moderación
Ser moderado en todos los actos y en todas las pasiones: ésta es una de las grandes virtudes del Yogi moderno. Hay que ser mesurados (ya lo hemos visto) en las palabras, pero también hay que serlo en los actos y en las pasiones. Si no somos capaces de alcanzar esa moderación, nuestra atención se fragmentará y, haciéndolo, no podremos concentrarnos en aquello en lo que debemos hacerlo para mejorar nuestra espiritualidad y alcanzar la experiencia de la unión.
La moderación permite desarrollar un caudal de energía y de vitalidad que, encauzado, nos dará el vigor necesario para transformarnos personalmente. Brahmacharya, también, nos abre la puerta a la posibilidad de explorar nuestra energía sexual para, desde un plano consciente, utilizarla par vivir una vida más llena de auténtico amor.
Hablar de moderación implica también el hablar de no malgastar. Algo que no debemos malgastar, por ejemplo, es energía. Tampoco debemos hacerlo al practicar Yoga. Administrar con inteligencia la energía empleada al realizar asanas es, también, una buena manera de seguir el mandato de Brahmacharya.
Aparigraha o la virtud de no acumular
Este Yama guarda relación directa con todos los anteriores. Vivir con sencillez estando satisfecho con lo que se tiene es, en muchos sentidos, la clave de la felicidad. Desear experiencias, cosas, viajes, etc. con frenesí solo acaba causando estrés y, a la postre, nos aleja de alcanzar lo que es verdaderamente esencial, que es ese viaje espiritual que nosotros hemos iniciado con la práctica del Yoga.
Más que la riqueza de las cosas materiales, Aparigraha nos empuja a conseguir una riqueza espiritual que, en el fondo, no tiene precio. Soltar lastre y vivir ligero de equipaje permitirá ese camino hacia la unión con el universo al que hemos citado en diversas ocasiones en este post. Y es que solo libres de nuestras ansiedades cotidianas podremos alcanzar esa unión. Solo nutriéndose con estos comportamientos el Árbol del Yoga podrá alcanzar la altura deseada.