Si alguna ciudad india puede ser considerada ciudad sagrada ésa es Benarés (en hindi Varanasi). Benarés, una de las ciudades más antiguas del mundo, se encuentra ubicada en el estado de Uttar Pradesh, en el norte del país, a orillas del río Ganges. Los arqueólogos hablan de una antigüedad de más de cuatro mil años, algo que podría cuadrar perfectamente con la leyenda hindi que cuenta que Benarés fue fundada por el dios Shiva unos tres mil años antes de Cristo. Un magnífico periodista como fue el escritor Mark Twain escribió de Benarés: «Benarés es más antigua que la Historia, más antigua que las tradiciones, más vieja incluso que las leyendas, y parece el doble de antigua que todas juntas».
Centro comercial, industrial, educativo y artístico, Benarés es, junto a Mathura, Dwaraka, Puri, Rameswaran, Gaya y Ujjain, una de las siete ciudades sagradas del hinduismo. Que también lo sea para el jainismo y el budismo la convierten en un lugar de referencia mundial en la historia de las religiones. Quizás en ninguna otra ciudad de toda la India pueda comprenderse la espiritualidad del pueblo indio como se hace en los ghats de la ciudad, esas escaleras de piedra que descienden hacia el Ganges y en cuyos peldaños se sientan creyentes, ancianos y enfermos que esperan la llegada del amanecer para purificarse con las aguas del sagrado río hindú y honrar al dios del Sol.
En Benarés o Varanasi existen más de cien ghats, cada uno de ellos con su propio nombre. De entre todos ellos hay dos que destacan especialmente sobre los demás: el de Mani Harnika (o Marikarnika) y el de Harischandra. En estos dos ghats se encuentran los principales crematorios de Benarés. En estos crematorios se incineran los cuerpos de los creyentes que han sido llevados allí a morir allí por los familiares para que, así, puedan ser liberados espiritualmente del ciclo de las reencarnaciones. Finalizada la incineración, las cenizas del difunto son arrojadas al Ganges y, así, el alma del fallecido puede encontrar expedito el camino hacia el Paraíso.
El hinduismo tiene entre sus creencias principales la de considerar que el alma de la persona fallecida se reencarna en una existencia que, dependiendo de la bondad o maldad de los actos cometidos en vida por el fallecido, puede ser superior, intermedia o inferior a la de la vida finalizada. Un hindi, si sus actos han sido justos y honorables, puede reencarnase en un Dios, pero también puede reencarnarse en un insecto si sus actos han sido miserables y malignos. Este proceso de continua transmigración del alma recibe el nombre de samsara. Para salir de la samsara y, por tanto, quedar libre de la rueda de la reencarnación, pueden seguirse algunos caminos. Uno es el del ascetismo. Otro, el de morir en Benarés o a menos de sesenta kilómetros de la ciudad. Por eso son tantos los peregrinos religiosos que acuden a Vanarasi para morir y, así, quedar liberados de esa incesante cadena de reencarnaciones.
Los crematorios de Benarés funcionan a todas horas. De día o de noche, en los crematorios a orillas del Ganges siempre hay un creyente ardiendo en la pira o, en su defecto, en los hornos eléctricos, mucho más económicos para las familias y que, por ejemplo, pueden encontrarse en el ghat de Harischandra. ¿Se pueden fotografiar los rituales de cremación? Sí, pero siempre a una distancia prudencial y desde las barcas con las que los turistas pueden recorrer el Ganges a su paso por Benarés para disfrutar así de la abigarrada visión de los ghats.
Pero los ghats de Benarés no son sólo el lugar de la cremación y la ablución religiosa. Los ghats pueden convertirse también en excelentes lavaderos. Tras lavar allí gran parte de sus ropajes, los hombres y mujeres hindús extienden las ropas mojadas sobre los escalones del ghat para que el sol, implacable durante una buena parte del año, los seque. El espectáculo colorista de las ropas hindús secándose sobre los peldaños del ghat compone una de esas imágenes que hacen la delicia de todos los turistas y de todos los amantes de la fotografía.
Otro maravilloso espectáculo que acostumbra a atraer la atención de los turistas y viajeros que tienen la suerte de visitar Benarés es lo que se conoce como ceremonia del Ganga Aarti. Esta ceremonia se celebra cada día, al atardecer, en el ghat de Dashashwamedha, y es, conceptualmente, una ofrenda a Ganga, la diosa del río. A esta ceremonia pueden acudir los turistas y en ella participan diversos elementos como pueden ser las flores, la música, la danza o el fuego.
Otra de las maravillas que puede contemplarse en Benarés (aunque solamente desde fuera, ya que la entrada en él está vedada a los no hinduistas) es el templo de Viswanath o templo dorado. ¿Por qué dorado? Porque sus cúpulas están recubiertas por casi 800 kilos de oro. Esas cúpulas, que pueden divisarse desde alguna calle adyacente al templo, los relieves florales pintados en los muros exteriores del templo y el ambiente que envuelve a este centro religioso edificado en honor de Shiva convierten el templo de Kashi Viswanath o Templo Dorado en una de las citas ineludibles de Benarés.
Aunque Benarés es, por sí sola, un espectáculo único. En Benarés es, sin duda, donde el estereotipo que desde Occidente tenemos de la India se vuelve realidad. Benarés es la ciudad de los olores penetrantes, de las vacas paseando libremente por las calles, de los moribundos esperando su hora a orillas del río, de los sadhus o ascetas entregados a la vida contemplativa y austera…
Consciente de su innegable atractivo, las autoridades indias han potenciado la oferta turística de Vanarasi. Guest houses y hoteles de 3, 4 y 5 estrellas sirven para acoger a los visitantes que acudan a la ciudad sagrada atraídos por sus bienes culturales y sus manufacturas.
El turista que acuda a Benarés puede comprar unos exquisitos saris de seda o puede maravillarse con las múltiples piezas de joyería o artesanía que pueden comprarse en zonas comerciales como Goudalia, Chowk, Vishwanath Lane, Lahurabir o el bazar Thatheri. En esos puntos comerciales, el turista que visite Benarés podrá comprar lámparas artesanales o esas máscaras que, representando deidades hindúes o budistas, acostumbran a hacer las delicias de todos los que acuden a Vanarasi.