Es inevitable y, hasta cierto punto, lógico. Se pronuncia el nombre de Goa y nuestra imaginación empieza a llenarse de imágenes de playas paradisíacas en las que las olas parecen lamer los palmerales y en las que el tiempo se vuelve una sustancia estática y ajena a sus propias leyes. El pequeño estado de Goa, ubicado en la costa oeste de la India, a unos 400 km al sur de Bombay, posee, sí, algunas de las playas más espectaculares del país. Nombres como los de Anjuna, Bogmalo, Cola Beach o Galgibag se hacen casi míticos en la imaginación de aquellas personas que deseen disfrutar de unos días a orillas del mar en la India. Con mayor tranquilidad (en los casos de Cola Beach o Galgibag) o disfrutando de un mayor ambiente (en los de Bogmalo y, sobre todo, Anjuna, que se hizo famosa allá por los setenta por ser centro de atracción de legiones de hippies), las playas de Goa son un destino turístico de primer orden para todas aquellas personas que, visitando la India, quieren disfrutar de sus costas.

Pero Goa es mucho más que sus playas. En Goa, sin ir más lejos, puede encontrarse una magnífica colección de iglesias que, en 1986, fueron declaradas por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.

Las iglesias y conventos de Goa son fruto de la colonización portuguesa. Fue a finales del siglo XV, en 1498, cuando el navegante portugués Vasco da Gama traspasó el Cabo de Buena Esperanza y llegó a Kappakadavu, una localidad cercana a Calicut. Tras las navegaciones de Vasco da Gama y el apoyo de la monarquía portuguesa se escondía una clara intención: establecer colonias cercanas a las zonas en que el comercio de especias fuera intenso para, así, poder controlarlo. Para llevar a cabo dicha política se necesitaba llevar a cabo una intervención de carácter militar. De eso se encargó el almirante Alfonso de Albuquerque. Él fue quien, al segundo intento, conquistó Goa en 1510 y convirtió Goa Velha en capital del Virreinato portugués de Asia, concediéndole los mismos derechos civiles de que disfrutaban los habitantes de Lisboa. Eso sí: para disfrutar de esos derechos y poder residir en Goa era absolutamente necesario convertirse al catolicismo. De constatar que las conversiones fueran reales y efectivas se encargaba la Inquisición. Las autoridades del virreinato se encargaron de convertir a Goa en una hermosa ciudad. Tanto, que llegó a decirse que quien había visto Goa no necesitaba ver Lisboa.

Iglesias y conventos

De aquellos años de dominio portugués ha quedado en Goa un excelente catálogo de monumentos. Uno de ellos es la Basílica del Bom Jesus. Situada en la Goa Vieja, esta basílica adquiere para los católicos un simbolismo muy especial, ya que alberga el cuerpo incorrupto de San Francisco Javier, misionero navarro al que se calificó como “apóstol de la India” y que colaboró estrechamente con San Ignacio de Loyola, el militar y religioso español que, en 1534, fundó la Compañía de Jesús. El cuerpo incorrupto de San Francisco Javier, que fue llevado a Goa en 1554, año y medio después de que el religioso muriera en una isla frente a las costas chinas, es expuesto a los fieles cada diez años. Su última exposición tuvo lugar en 2014.

Justo enfrente de la Basílica del Bom Jesus, y reluciendo, blanca, sobre el paisaje de Goa, se alza la Catedral de Santa Catarina. La Catedral de Santa Catarina está considerada la iglesia más grande construida por los portugueses en el mundo. Construida para conmemorar la victoria definitiva del almirante Alfonso de Alburquerque sobre el ejército musulmán, la Sé se acabó de construir en 1652 tras casi cien años de obras. Construida inicialmente con dos torres, en 1776 se derrumbó una de ellas y no fue reconstruida.

La Catedral de Santa Catarina, de estilo manierista, alberga, entre otras joyas, una gran campana conocida como la “campana de oro” y una pila bautismal que, realizada en 1532, sirvió al patrón de Goa, San Francisco Javier, para bautizar a muchos conversos al cristianismo. La campana, de bello sonido, es una de las más grandes del mundo.

Villas y palacios

El paso de los portugueses por las tierras de Goa no sólo dejó un importante legado de iglesias y conventos (podríamos nombrar la Iglesia de la Virgen de la Inmaculada Concepción, la de San Cayetano, la de la Virgen de la Montaña, la de los Reyes Magos, la de San Alejandro, la de Santa Ana, la de la Madre de Dios o la de San Francisco de Asís), sino también un magnífico conjunto de estancias. Las estancias eran las mansiones construidas por los colonos portugueses. Entre estas estancias o villas se puede destacar la de la Casa de Braganza. Situada en el pueblo de Chandor, esta villa está dividida en dos partes o alas. Una de las alas pertenece a la familia Menezes Braganza. La otra, a la Pereira Braganza. En el interior de esta bella estancia se puede contemplar un sinfín de antigüedades.

Otro lugar de inexcusable visita en Goa es el Palácio do Deão, situado en la ciudad de Quepem. Esta magnífica casa palaciega, construida en 1787 por quien fue el Deán y fundador de Quepem, es una original muestra arquitectónica en la que se fusionan elementos hindúes y portugueses. Sus exuberantes jardines (unos de los más bellos jardines de recreo de toda Goa) y su ubicación a orillas del río Kushavati convierten al Palácio do Deão en un magnífico lugar para observar aves y otros animales salvajes. El Palácio do Deão es, finalmente, un lugar ideal para disfrutar de una magnífica comida indo-portuguesa.

Más allá del legado portugués, en Goa podemos encontrar algunos bellos templos hindúes (entre los que destacaríamos el de Devi Mandir Shantadurga, el de Devi Mandir Bhagawati o el de Kamakshi Saunsthan) y algunas mezquitas como las de Jama Masjid o el de Safa Masjid.

Visitados estos lugares, el turista que se acerca al estado indio de Goa puede relajarse junto al mar en alguna de las innumerables playas existentes en todo el estado. A las playas de Goa, sin embargo, dedicaremos en su momento un artículo especial.