Una asana de Yoga es mucho más que una postura que adoptamos para trabajar la flexibilidad y la fuerza de diferentes partes de nuestro cuerpo. O puede llegar a serlo. Para ello hay que convertir la postura en una especie de laboratorio de exploración interior. ¿Cómo? Yendo un poco más allá de lo que implica combinar al mismo tiempo respiración y postura introduciendo en ésta la meditación con el objetivo de alcanzar lo que se conoce con el nombre de asana integral.

Entre los practicantes de Yoga podemos encontrar muchos tipos distintos de personas con diferentes objetivos. La mayor parte de las personas que practican Yoga en Occidente buscan en el Yoga y en la práctica de sus asanas un bienestar que alcance a las esferas de lo físico, lo emocional y lo mental. Ésa es la parte del Yoga que más ha calado en nuestra civilización: la parte terapéutica y, en cierta medida, estética. Peo el Yoga, no hay que olvidarlo nunca, puede ser también un camino espiritual, un método para buscar (y encontrar) la trascendencia.

Para los yoguis más espirituales, el Yoga integral, es decir, el Yoga que aúna la realización de posturas, el dominio de la respiración y la meditación, es un camino para llegar al Samadhi. El Samadhi es, básicamente, el estado de conciencia que se alcanza cuando la persona experimenta la sensación de estarse fundiendo con el universo. La asana integral sería el camino ideal para alcanzar ese estado.

Niveles de la práctica de la asana

A la hora de ejecutar las diferentes asanas de Yoga, éstas pueden practicarse a cuatro niveles diferentes, dependiendo de las habilidades físicas, respiratorias y meditativas que el practicante de Yoga emplee en la ejecución de las mismas. Esos cuatro niveles son:

  1. Nivel básico. A este nivel, el practicante de Yoga sólo orienta su práctica a dominar la posición del cuerpo, su colocación y la repercusión que dicha colocación tiene sobre sus músculos y sus articulaciones. Quien practica Yoga a este nivel busca en él un beneficio eminentemente físico.
  2. Nivel medio. A este nivel, el practicante de Yoga integra el dominio postural con el dominio del Pranayama. Es decir: quien practica Yoga a nivel medio sabe respirar tranquilamente sin dificultad y sin tensión mientras realizar su asana.
  3. Nivel avanzado. En este nivel de práctica de las asanas la meditación ya empieza a desempeñar un papel importante. El practicante no sólo practica asanas de Yoga combinadas con un dominio perfecto del Pranayama; también practica por separado la meditación. Esa práctica le permite tomar conciencia de cómo cada asana activa diferentes estados internos.
  4. Asana integral. Al llegar a este nivel de práctica de las asanas, se trasciende el nivel anterior y se produce, de manera no forzada, sino de un modo espontáneo, un contacto con lo trascendente.

Para llegar a realizar la asana integral hay que ir subiendo peldaños de una escalera de superación. Quien persigue la asana integral debe conseguir que su atención, también, pase por diferentes fases. En la primera de ellas la atención del practicante se centra en supervisar la postura física adoptada. En esta fase, el practicante de Yoga asienta y desarrolla la parte física de la asana. En la segunda, la atención se centra mayoritariamente en vigilar cómo se va desarrollando la acción respiratoria. El objetivo a perseguir en este sentido se habrá alcanzado cuando la respiración se estabilice y sostenga de una manera armónica. Durante esta fase, una parte de la atención del practicante deberá seguir anclada a la postura física. Finalmente, en la tercera fase, la atención se vuelve puramente meditativa. Durante la práctica de la asana integral el practicante, sabedor de que la respiración funciona por sí sola de una manera correcta y ajustándose a las exigencias del Yoga, aparta de ella su atención y adopta la actitud de un observador que, a plena conciencia, se convierte en testigo privilegiado de lo que se crea naturalmente delante de él.

Llegado a esta tercera fase, el practicante de Yoga realizará las mismas prácticas meditativas que anteriormente aprendió a realizar sentado. Sólo de tanto en tanto devolverá su atención a la postura o a la respiración para reajustar lo que se haya desajustado. Una vez realizado el “reajuste”, el practicante, convertido en un “observador plenamente consciente”, detectará los movimientos mentales y emocionales iniciando de ese modo un camino de transformación interior que le permitirá, con esfuerzo y persistencia, gozar de esa experiencia en el que la Paz, el Gozo y el Amor se unen. Cuando ese momento llega, se puede afirmar que el practicante ha realizado una asana integral.

Siendo de capital importancia el dominio de la parte técnica para poder realizar la asana integral, ese dominio no basta para alcanzarla. Para alcanzar y dominar la asana integral es necesario estar abierto a lo trascendente, sentirse receptivo a ello. Sin esa receptividad es imposible realizar una asana integral y, por tanto, es materialmente imposible convertir la práctica del Yoga en un camino de carácter espiritual.